Hace poco estuvimos en Andalucía y aprovechamos la ocasión para cruzar el estrecho desde Algeciras. Cuando el ferry llegó a Tánger, anunciaron por las altavoces: «por razones ajenas a nuestra compañía, aún no podemos atracar, pues el muelle está ocupado.» Así que el ferry se quedó ahí esperando casi una hora. Cuando por fin atracamos, no nos dejaron salir: esta vez, la culpa era de la policía marroquí.
Había un problema con algún pasaporte, y no se les ocurrió mejor cosa que hacer esperara a TODO EL MUNDO. Con casi dos horas de retraso, por fin pisamos suelo africano. Hassan, el guía de nuestro pequeño grupo, era tan simpático como los que habíamos conocido en Túnez y Egipto. Nos llevó por la kasba, seguramente la parte más interesante de Tánger, aunque muchos edificios no se encuentran en muy buen estado (pero eso también ocurre en España…) Claro que Hassan también nos llevó a una tienda donde vendían todo tipo de artesanía, cosas que ya habíamos visto en Túnez. Curiosamente, el dueño de la tienda no regateaba (¿por influencia europea?). Normalmente, te ponen un precio muy por encima del valor real de una cosa, tú ofreces mucho menos y el vendedor baja hasta un precio razonable… Así que no compramos nada, y con razón: nos había interesado una cajita de madera y resulta que incluso en Granada era más barata. ¿Qué más se puede decir? Tánger seguramente no es la ciudad más bonita de Marruecos, pero habría que quedarse al menos una noche y no volver en el mismo día como lo hicimos nosotros.
Muy bueno
Gracias
🙂