Conocida popularmente con este nombre porque la Reina regente María Cristina encargaba en ella sus medicinas en el siglo XIX, fue rehabilitada en 1913 por el arquitecto modernista Carrasco-Muñoz Encina, es uno de los mejores ejemplos del modernismo en Madrid. Destaca su pequeña biblioteca y las fórmulas de algunos “prodigiosos remedios”, como la pomada encarnada contra la calvicie o los trocitos de momia contra la tuberculosis.
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