La primera noticia que tenemos de esta botica es su petición de licencia de apertura, el 18 de agosto de 1897, por Pedro Canalejo Hernández para la farmacia que acababa de comprar en Mayor 23, por diez mil pesetas, a Manuel Rodríguez Hernández, que se había instalado allí como boticario en 1870.
Pedro Canalejo permaneció en la farmacia hasta 1902, vendiéndola a Francisco Orozco y Cremades. En 1911 el nuevo dueño es Eugenio Piñerua Álvarez, profesor de Química en la Universidad Central y autor de varios tratados de química. Finalmente, en 1921, la familia Mateo se hace con el negocio, permaneciendo más de sesenta años en sus manos. En la actualidad, Teresa Guijarro es la boticaria al mando de esta céntrica farmacia que ofrece todo tipo de artículos de belleza, parafarmacia y medicamentos.
24 horas abierta